"Cuando los ciudadanos se desentienden de la política...
...pueden llegar al poder políticos que se desentiendan de los ciudadanos".

domingo, 30 de mayo de 2010

Si sueles votar en blanco o nulo, o piensas abstenerte

ABSTRACT (RESUMEN): Razones por las que, en la práctica, el voto en blanco, el voto nulo y la abstención nunca servirán como protesta. Aunque quienes los elijan como opción en las elecciones lo hagan con la intención de protestar, la realidad legal, política y práctica nos muestra que cualquiera de estas tres opciones convierte a quien la elige en irrelevante e ignorado políticamente. De hecho lo convierten en un defensor de los partidos mayoritarios.

Si sueles votar en blanco, nulo o piensas abstenerte, ya sea porque no te interesa la política, porque no te convence ningún partido, porque no te gusta el sistema actual, porque no crees que el Parlamento Europeo vaya a hacer nada importante... Es mucha la gente que una u otra razón no vota a ningún partido. A ellos (y a ti, si te encuentras entre ellos), sólo les quiero hacer meditar sobre una cosa: los diputados, los gobiernos, los sistemas… van a seguir existiendo tanto si votas como si no; hoy por hoy no existe forma alguna de organizar el mundo y de hacer posible la convivencia de todas las personas sin algún tipo de política. Con lo cual el no votar, el votar en blanco o votar nulo, independientemente de cuál sea la intención del que lo hace, sólo significa una cosa: no me importa cómo funcione la sociedad, cualquier gobierno y cualquier ley me parece igualmente bien. En definitiva: No votar es votar al partido que gana las elecciones. La abstención, o los votos blancos o nulos nunca han influido ni influirán en la política, pues nadie sabe si son de alguien comunista, neonazi, pacifista, nihilista, anarquista o conformista con la situación del momento.

Si crees que el Parlamento Europeo no sirve porque tiene demasiadas pocas competencias como para ser útil, vota a un partido europeísta; si por el contrario crees que no debería tener tantas, vota a uno euroescéptico. Si no te gusta el sistema institucional, de gobierno, electoral, social… vota a quien defienda el cambiarlo. Si odias el bipartidismo, o crees que los partidos pequeños sólo estorban. Si crees que hay poca seguridad, o demasiada policía. Si crees que la gente tiene poca libertad, o que algunos tienen demasiada. Si crees que la economía debería estar más regulada o ser más libre…

Los partidos son “packs” de ideas más o menos afines. Si ya es raro encontrar a tres personas que estén de acuerdo en todas y cada una de los asuntos políticos… por pura estadística es imposible estar de acuerdo con todas y cada una de las propuestas de un partido político. Sin embargo, sí que se puede estar más de acuerdo con la ideología de derechas, de izquierdas, de centro, nacionalista o ecologista. Y, sea cual sea la tuya, casi seguro que habrá al menos un partido que te parece especialmente odioso o incompetente. Si ese partido llega al poder y tú no votaste a nadie en las elecciones… ¿cómo vas a quejarte de las leyes que apruebe, si fue con tu ayuda con la que llegó al poder?

Votar no sólo da derecho a elegir representantes; votar es lo que da derecho a quejarse, a decir cómo se deberían hacer las cosas, a decir cómo no deberían ser… pero a hacerlo de verdad. Protestar no cambia gobiernos, ni hace leyes, si no va acompañado del voto, si los partidos no ven en esa protesta una fuerza electoral a la que temer. ¿Cómo te podrás quejar de la privatización de los servicios públicos si dejaste que quien lo proponía ganara las elecciones? ¿Cómo te podrás quejar de que hayan subido los impuestos si no votaste al partido que los quería mantener o bajar? ¿De qué sirve que te quejes del poder de EEUU si no votas a quien quiere que la UE sea más independiente de él? ¿Qué sentido tiene creer en los derechos de los inmigrantes, o en la necesidad de que se les apliquen más restricciones, si te quedas en casa el día que se decide qué se va a hacer al respecto en el futuro? ¿Qué fuerza tienen tus creencias si se quedan dentro de tu cabeza? ¿Qué valor tienen tus ideas si no las usas?

viernes, 7 de mayo de 2010

Meritocracia D. E. P.


ABSTRACT (RESUMEN): Catherine Ashton ha sido nombrada el equivalente de ministro de exteriores para la  Unión Europea. Se trata de una mujer sin preparación diplomática, sin grandes méritos en la política internacional a alto nivel y de escaso carisma. Son más que rumores los que ven en su condición de mujer y de británica las únicas causas que han pesado en su elección, para tener contentos a los ingleses y para cubrir el llamado "cupo" feminista en los altos cargos de la Unión.

Ayer se conocieron al fin los nombres de las dos personas que se encargarán de representar a la Unión Europea en los próximos años. Puede que esto no interese a mucha gente, así que para ellos les dedico este Post. Ya que mal de muchos consuelo de tontos, ahora sabemos que la meritocracia no sólo está olvidada en España, sino que también la UE parece haber renunciado a encargar los puestos de responsabilidad a las personas más capacitadas para ello.
Partidismos, nacionalismos y regionalismos, amiguismos, cupos diversos y biensonancia en general. Éstas son las cargas que pesan sobre las espaldas de las personas preparadas para poder alcanzar los cargos de importancia en muchas de nuestras instituciones.
¿Representa el recién nombrado presidente de la UE Herman Van Rompuy al centro-derecha, o representa a Francia, y Alemania? ¿Representa Catherine Ashton los valores de los progresistas que la han apoyado o es su cargo el premio de consolación para Reino Unido por no haber podido colocar a Tony Blair en el cargo que ahora ocupa Van Rompuy? ¿Fue elegido el ex-primer ministro belga V.Rompuy por su talante dialogante o por su falta de un carisma que pudiera hacer sombra a los presidentes de los grandes países de la UE? ¿Qué méritos tiene Ashton para ocuparse de la diplomacia europea, a parte de su condición mujer y de llevarse bien con Gordon Brown?
Parecen ahora irrisorias las críticas que se hacían a nuestro ministro de exteriores Miguel Ángel Desatinos, cuando se especulaba sobre su candidatura a Alto Representante de la UE... y se decía que no daba la talla.
Quien sustituirá ahora a Javier Solana (recordemos: ex-ministro de exteriores de España, ex-secretario general de la OTAN...) en dicho cargo será una señora que jamás ha trabajado en política internacional y que lo más parecido que ha hecho es llevar apenas un año ocupándose de la Comisión de Comercio de la UE. Atrás quedan los otros posibles candidatos: el ya citado Moratinos (ministro de exteriores), Geoff Hoon (ex ministro de defensa inglés) y Peter Mandelson (ex comisario europeo y uno de los pesos pesados del laborismo inglés).
No parecen haber caído en saco roto las voces que reclamaban estas últimas semanas la inclusión de una mujer en alguno de los principales cargos de la UE. Es la misma idea que llevó al gobierno de Zapatero a incluir la famosa paridad de sexos en los ministerios: la teoría de la discriminación positiva hacia la mujer otorgando un cupo fijo a éstas, indiferentemente del número de candidatos/as. El problema lo encontramos cuando resulta que hay muchas menos mujeres que hombres en la política, por lo que de repente gente como Ashton se planta en las quinielas con un plus de posibilidades por haber nacido con un tipo de cromosomas y no con otros (así lo han ido dejando caer distintos presidentes, entre ellos el nuestro, en sus declaraciones tras la última cumbre europea).
Es de común acuerdo y yo así lo defiendo, que hay que fomentar la participación de la mujer en la política. Que hay que incentivar de algún modo su posibilidad de implicarse en los partidos así como las garantías reales de que nadie se lo impida. Lo que no veo tan positivo es cuando hablamos de otorgar -y no de dar la posibilidad a acceder a- cargos que requieren una preparación y una experiencia concreta.
No se trata de que el cargo lo ocupe un hombre o una mujer, un heterosexual o un homosexual, un creyente o un ateo. Este tipo de cuestiones personales no deberían ser tenidas en jamás en cuenta. La única característica personal que debería pesar no debería ser otra que la ideología del candidato (para garantizar que sea representativo de los valores de la ciudadanía).
Si partimos de la base de que estadísticamente, por desgracia, en la actualidad hay más hombres en política que mujeres, lo lógico -por pura regla de tres- es que hayan más hombres preparados que mujeres. A nadie le parece escandaloso que hoy en día obtengan plaza de médico más mujeres que hombres, ya que esto es la consecuencia lógica de que haya más mujeres que hombres estudiando la carrera de medicina. Pongamos que 1 de cada 15 políticos/as (por ejemplo) tiene experiencia en gestión de infraestructuras y hay que elegir a 2 personas para puestos clave en el ministerio de fomento de entre 30 candidatos, entre los que tenemos 29 hombres y 1 mujer (es un caso “de laboratorio”, supongo que en la vida real habrían más mujeres candidatas). Según las teorías feministas de la discriminación positiva los elegidos deberían ser un hombre y una mujer. Nada impide que la mujer resulte ser la más cualificada de los 30 candidatos, pero -por mera estadística probabilística e independientemente de su experiencia- lógicamente ella partiría con una ventaja incuestionable.
Quizás este tipo de medidas no hagan más que poner en duda la capacidad de las mujeres para llegar por sus propios méritos a los cargos a que aspiren. Quizás haría falta que el feminismo se centrara más en concienciar a la sociedad sobre la igualdad de sexos que en imponerla. Quizás el imponerla es empezar la casa por el tejado, pues el problema de fondo NO es que hayan pocas mujeres en los cargos directivos públicos, sino que hay pocas mujeres entre los políticos que aspiran a ellos. Fomentemos pues la participación de la mujer en la política, al igual que ya lo conseguimos en las universidades (donde son mayoría ya), al igual que lo conseguimos en multitud de profesiones antes consideradas "de hombres", donde la voluntad personal y la concienciación social han acabado (o van camino de acabar) con los prejuicios; sin necesidad de discriminaciones, sino tan sólo a base de buenas dosis de igualdad. De igualdad de derechos, de igualdad de oportunidades.