ABSTRACT (RESUMEN): ¿Está justificado apoyar a un dictador extranjero si con eso se beneficia tu país? La serie de revoluciones y protestas en países árabes de las últimas semanas nos sirven de recordatorio a nuestra propia política exterior, basada en una doble moral: apoyar en teoría los movimentos pro-democracia; y apoyar en la práctica a los dictadores de oriente próximo con la esperanza de que su opresión incluyese a los islamistas radicales, que tanto miedo nos dan.
*Este artículo es continuación y complemento del anterior, sobre las causas de esta oleada revolucionaria:
http://politicaenlacornisa.blogspot.com/2011/02/las-revoluciones-arabes-1-parte-como.html
EEUU y Europa Occidental llevaron un doble juego durante décadas: por un lado apoyaban moralmente a los demócratas y criticaban a las dictaduras, por otro lado apoyaban a cualquier gobierno que les ayudase a frenar el avance del comunismo (y eso incluía las dictaduras árabes). Con el fin de los últimos colonialismos de Francia en África y una vez acabada la guerra fría, Occidente encontró en las dictaduras militares el aliado ideal en la lucha contra el terrorismo tipo Al-Qaeda, el nuevo enemigo. Eran regímenes que ayudaban y no ponían las pegas que hubiera puesto la opinión pública de una democracia. Sin embargo, un análisis en profundidad demuestra que gran parte de la animadversión hacia Occidente por los árabes nació, además de por el apoyo a Israel, en este apoyo a los dictadores. Este factor junto con una pobreza a la que nadie se molestó en poner remedio, han sido quizás el mayor aliciente para el radicalismo: hambre y enemigos a los que culpar; perfecto.
Yihadismo, este es sin duda el mayor culpable del beneplácito europeo y americano para que ciertos dictadores de países musulmanes se mantengan en el poder. Tanto Ben Ali en Túnez, como Mubarak en Egipto, Sadam Hussein en su momento en Irak, Ali Abdalá Saleh en Yemen, Gaddafi en Libia, Abdelaziz Bouteflika en Argelia... eso sin tener en cuenta las todopoderosas familias reales de Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos, Catar, Kuwait, etc. Todos estos regímenes sin el menor atisbo de democracia eran vistos con buenos ojos por EEUU y la mayor parte de países de la UE ya que, a pesar de que oprimían a sus ciudadanos, de paso mantenían a raya a los islamistas radicales. A todo esto me pregunto: ¿está justificado apoyar a un dictador o hacer la vista gorda ante sus injusticias a cambio de que controle a los terroristas? Podríamos responder "¡no, la dictadura está siempre mal!" Pero la respuesta no es siempre tan fácil.
Aquí es donde debemos diferenciar entre países y países. No es lo mismo Túnez, en el que hay una oposición laica (aunque también haya una islamista), que Emiratos Árabes Unidos, donde no existe una sociedad civil educada y donde lo más organizado que hay después del Estado son las organizaciones religiosas. Además, es dudoso que el yihadismo se combata con dictaduras, ya que éste se nutre de gente pobre y desencantada con sus gobernantes. En muchos países árabes el islamismo radical es la única salida que la mayoría de la gente normal encuentra para canalizar sus protestas hacia el gobierno. No es que la población sea especialmente extremista (aunque a veces sí lo es), sino que el alto analfabetismo imposibilita una clase media informada y educada (lo cual es indispensable para un movimiento laico que separe Estado de religión).
Especialmente interesante al respecto es el siguiente comentario del historiador y escritor Anthony Pagden, entrevistado recientemente por El País:
P. ¿Cree que la idea del islam como un movimiento libertario más que como una religión podría seducir a los musulmanes más moderados para que se unan a la lucha contra Occidente?
R. "Sí. Los indicios apuntan claramente a que muchos se han visto arrastrados al islam radical, al igual que los jóvenes furiosos y marginados de Europa se vieron atraídos en los años sesenta y setenta por el marxismo, no tanto por su contenido, sobre el que sabían muy poco, al igual que la mayoría de los yihadistas musulmanes parecen conocer muy poco sobre el islam, sino porque ofrecía un medio sencillo y violento para atacar a quienes consideraban por varias razones responsables de sus penurias. Gilles Keppel, el erudito islámico de origen francés, afirma con rotundidad que Al Qaeda se parece más a las Brigadas Rojas italianas o la Baader-Meinhof alemana que a una cruzada religiosa. Y, por supuesto, como ocurría con las Brigadas Rojas y la Baader Meinhof, los yihadistas islámicos son una minoría pequeña aunque muy peligrosa cuyas creencias no reflejan las de la mayoría de los musulmanes, ya sean moderados o de otra índole."
Precisamente también en El País un artículo trataba el caso de Al Qaeda, que puede salir muy perjudicada de toda esta oleada de revueltas democráticas, pues perdería su excusa de que la única lucha posible contra los dictadores es la suya:
http://www.elpais.com/articulo/internacional/cadena/revoluciones/arrolla/Qaeda/elpepuint/20110303elpepiint_8/Tes
http://www.elpais.com/articulo/internacional/cadena/revoluciones/arrolla/Qaeda/elpepuint/20110303elpepiint_8/Tes
Una vez tenemos todo esto en mente, cabe sostener que los métodos más efectivos en la lucha contra el radicalismo religioso son: el crecimiento económico y la mejora de la educación. Sin embargo, estos deben preceder a los avances democráticos. Una democracia plena en un país analfabeto y radicalizado es una lotería que, probablemente, no duraría más allá de lo que algún grupo tardase en hacerse con el poder y perpetuarse por la fuerza en él.
No podemos ser ni ingenuos creyéndonos que sólo hay que relacionarse con las democracias, pues los ciudadanos de un país dictatorial no tienen por qué tener la culpa de su gobierno sea así. ¿Debemos negarnos a comerciar con ellos y así hundir sus economías? Si hiciéramos eso ¿quién lo pasaría peor, los dirigentes o la gente normal? ¿De qué le ha servido a Cuba que les bloqueemos durante décadas? ¿Acaso eso ha hundido el régimen? El caso de Túnez precisamente nos muestra que los países en mayor contacto con Occidente son los que más rápidamente evolucionan hacia la democracia.
Tampoco debemos hacernos los ciegos. Una cosa es comerciar con un país y otra venderle armas o negarnos a criticar sus políticas o a apoyar a su oposición. Nada de esto es fácil ni hay fórmulas mágicas. Si nosotros no vendemos armas a China, pues lo hará EEUU o Rusia o se las harán ellos solos. No vamos a cambiar nada por negarnos a vendérselas (salvo que perderemos dinero, lógicamente). Sin embargo, la cosa cambia en casos como el de Libia; pues si ahora mismo vendiésemos armas a Gadafi sabríamos a ciencia cierta que las usaría para masacrar a los opositores (y eso es imposible de justificar éticamente). Otro caso dudoso: si apoyamos a la oposición de un país quizás luego el gobierno no nos ayude a nosotros cuando de verdad lo necesitemos (lucha antiterrorista, secuestro de nuestros ciudadanos, etc.). Es muy fácil poner en el punto de mira a un gobernante que no haga lo idealmente ético. Sin embargo, cuando uno está en el gobierno debe tomar decisiones, y es nunca es fácil; es lo que llamamos "la razón de Estado". Tal es el caso del terrorismo, del que nos acordamos cuando pasa algo... pero no nos fijamos en cuando no pasa nada; es decir, cuando un inmenso aparato de inteligencia, espionaje, policía y diplomacia funcionan sin que jamás nos enteremos. Un ejemplo de un exceso de este pragmatismo es Israel y su "realismo político", el extremo del "todo vale" al que tampoco hay que llegar (véase su apoyo a Mubarak, su nula voluntad de negociar con Palestina, etc.). Cuando temes ser destruido en cualquier momento, los valores morales se los guarda uno donde no los vea.
Lo que no tiene justificación es la total cooperación que algunos políticos han tenido con estos regímenes dictatoriales (véase el polémico caso francés). La UE (tanto sus países por separado como la Unión en sí) deberían tomar consciencia de su error y ser más selectivos de ahora en adelante eligiendo socios y aliados.
Yendo a lo concreto, estas últimas semanas, viendo los precedentes de Túnez y Egipto, se podría haber sido bastante más contundente en las declaraciones y en las acciones contra Libia, Bahrein, Argelia, Yemen, etc. De hecho, la UE ya ha decretado la prohibición de venta de armas a Libia, así como la congelación provisional de los cuantiosos fondos que Gadafi y sus allegados tenían en nuestros países. Una resolución de la ONU ha denunciado la represión Libia y ha demandado acciones en la misma línea que las de la UE. A pesar de lo tardía que pueda parecer esta resolución de Naciones Unidas, en realidad se trata de un récord de rapidez en la respuesta -siempre dificultada por China y Rusia- a situaciones de genocidio (como el de Darfur) o crímenes de guerra.
- Los deberes para Occidente:
- 1. Ayuda humanitaria.
- 2. Asesoramiento legal y político.
- 3. Mayor firmeza contra las dictaduras:
"Cada crisis llevaría a un país distinto de la UE a titubear: así como Libia es demasiado importante para Italia, Marruecos lo es para España, Argelia para Francia, Omán para Reino Unido, Jordania para países amigos de Israel como Alemania. Solo una postura acordada previamente, activada automáticamente contra cualquier Gobierno que entre en una espiral de represión violenta, puede sacar a Europa de la vergonzosa parálisis con la que asistimos a los acontecimientos de ayer."
- 4. Ayuda a largo plazo y mayor acercamiento político a las democracias.

- 5. Replantearnos nuestra islamofobia.
Incluyo un fragmento de una entrevista a Rachid Ganuchi, líder del partido islámico que hay en Túnez, "En Nahda":
-"La democracia con todo lo que eso conlleva, elecciones libres, libertad de expresión, etcétera"
-¿No es usted islamista?
-"La democracia es compatible con el islam", responde sin titubear.
-¿Acepta el estatuto de la mujer vigente en Túnez, el más avanzado del mundo árabe?
-"Lo acatamos ya en 1988".
- ¿Y qué pasa con el resto del mundo?
*Sobre la falta de rigurosidad de los medios y su falseamiento de la realidad, véase mi anterior entrada:
http://politicaenlacornisa.blogspot.com/2010/12/informativos-o-la-berlusconizacion-del.html
Admitámoslo; prácticamente nadie elige su voto en base a la política exterior que defiende cada candidato. Quitando algún partido muy minoritario como PUM+J,* la política exterior no suele ser parte central de ninguna campaña electoral, salvo excepciones coyunturales como el caso de la OTAN con Felipe González o la guerra de Irak con Aznar. Además, las posiciones de la izquierda española (piénsese aquí en IU), en teoría más enfocadas a una política exterior pacifista y contraria al apoyo de dictaduras; se ve desautorizada por la doble moral que existe con países como Cuba o Venezuela. Si IU quiere representar de verdad a la izquierda pacifista, va a tener que revisar sus dogmas ideológicos sobre el comunismo en el mundo... si no quieren que los verdes acaben robándoles la bandera del pacifismo y del altermundismo. Eso si al final consiguen ponerse de acuerdo entre ellos (habrá que ver qué pasa con la llamada Equo). De entre todos los partidos que podríamos llamar socialdemócratas, sólo UPyD parece movilizarse abiertamente contra la dictadura cubana (de hecho son los únicos que tienen en la cabecera de su página web un apartado exclusivo para Cuba, así como otro para el caso del Sáhara, al que prestan especial atención). Por lo demás, la política exterior del PP de Rajoy y del PSOE de Zapatero viene a ser básicamente la misma, en gran parte condicionada por la responsabilidad y la moderación en sus posturas; característica lógica de quien opta a gobernar un país. En cuanto a los nacionalistas, suelen caracterizarse por una total indiferencia hacia este ámbito de la política.
*"Por Un Mundo Más Justo". Véase al respecto mi anterior entrada sobre partidos políticos minoritarios:
http://politicaenlacornisa.blogspot.com/2011/01/la-otra-papeleta-partidos-politicos.html
Para darnos cuenta de hasta qué punto llega la hipocresía de Occidente, veamos dos ejemplos (de tantos):
-A finales de Enero, en pleno auge de las revueltas árabes. El presidente (dictador) de Uzbekistán visitaba Europa para firmar acuerdos energéticos y estratégicos con el presidente de la OTAN (entre otros). Sólo H. Van Rompuy, presidente de la UE se negó a recibirlo.
-En el mismo momento en el que caía el régimen de Mubarak y Europa felicitaba a los egipcios por sus avances hacia la democracia, el implacable dictador-cleptócrata de Guinea Ecuatorial -Teodoro Obiang- era recibido calurosamente por las autoridades españolas durante un viaje oficial por nuestro país. La visita ha sido devuelta por Bono, el presidente del Congreso.
- Conclusión:
EEUU es democrático y tiene poder, pero en la lucha por los derechos humanos poco podemos esperar de un país que ni siquiera reconoce la autoridad del Tribunal Penal Internacional. Sudamérica ha avanzado muchísimo en su camino democratizador, pero no tiene poder ni coordinación para influir en el mundo, fuera de su propio ámbito regional. Japón vive y deja vivir. E India, la mayor democracia del mundo, demasiados problemas tiene para sí misma como para ponerse a pelear por los derechos de los demás pueblos del planeta.
No debemos olvidar que la Unión Europea es la única que tiene la capacidad económica, militar e institucional para sostener la lucha global por los derechos humanos y por la democracia. Hace cincuenta años del fin de los imperios coloniales. Es el momento de una política exterior valiente, que nos redima de siglos de colonialismo. Europa es el único lugar del mundo en el que la opinión pública está mayoritariamente a favor de una política exterior basada en principios y no en resultados. Las revoluciones árabes nos han enseñado que la democracia se abre paso a pesar de Occidente. Debemos y podemos cambiar el paradigma de la 'real politik'. Debemos y podemos luchar por mejorar este mundo; porque si no lo hacemos nosotros, nadie lo hará.