"Cuando los ciudadanos se desentienden de la política...
...pueden llegar al poder políticos que se desentiendan de los ciudadanos".

martes, 28 de junio de 2011

Despilfarro de emociones. Una reflexión sobre el Pan y Circo.

ABSTRACT (RESUMEN): ¿Cómo es posible que lloremos más con un partido de fútbol que con la muerte de miles de personas? ¿Cómo es posible que nos indigne un árbitro más que un corrupto? ¿Cómo puede suceder que nos sepamos la alineación de nuestro equipo en las últimas siete temporadas y no sepamos el nombre de las tres primeras personas de las listas que votamos? ¿Por qué sale más gente a la calle cuando un grupo de personas a las que no conocemos ganan a un juego que cuando se nos recortan derechos sociales que afectan a nuestra propia familia? El caso es que sucede. Y a pocos les resulta tan absurdo como es.

Ayer (26/06/2011) el "River Plate", uno de los equipos históricos de fútbol de Argentina, bajó a segunda. Vamos, el equivalente a que el Real Madrid o el Barça hubieran bajado de categoría. Los incidentes violentos, provocados por los decepcionados aficionados, duraron toda la noche, saldándose con más de setenta heridos y varias decenas de detenidos. La noticia ha dado la vuelta al mundo, ha copado portadas y ha abierto informativos dentro y fuera de Argentina. Sin embargo este incidente, si bien algo más llamativo de lo normal, no es muy distinto del derroche de emociones que cada semana se pueden ver en los estadios de España o de casi cualquier otro país del mundo.
Las imágenes de ayer hablan por sí solas: gente llorando a lágrima viva, gritos de dolor y desesperación, impotencia en unas miradas anegadas en la más profunda desolación, ira, rabia contenida y sin contener, emociones que pocas tragedias son capaces de despertar en semejante grado.

¿Qué mueve a alguien a reaccionar así? Obviamente existe un sentimiento de pertenencia a los equipos que apoyamos, algo así como un sucedáneo de comunidad; un placebo de luchas y victorias ajenas que hacemos nuestras. Ver deportes puede ser entretenido, incluso bonito si hay nivel. Pero ¿dónde se abandona el pasatiempos y se entra en el absurdo?

El mismo día que el River bajó a segunda, una niña afgana de ocho años murió al explotar la bomba que le habían encargado llevar a una comisaría. Esto no llenó portadas ni abrió informativos. "Ocurre tanto que ya no es noticia", dirán. Pero, por esa regla de tres, ¿no debería ignorarse la mayor parte de la información deportiva, basada en rumores, cotilleos y falsas polémicas repetidas hasta la pesadez? Que no me vengan con el "es noticia" o "no es noticia". Que no me vengan con el "es lo que la gente quiere", porque el 99% de la gente que vio hoy en las televisiones españolas los 10 minutos dedicados al River ni siquiera sigue la liga argentina ni le interesa lo más mínimo. Que no me vengan con "la gente está harta de oír noticias desagradables", pues bien que sacan la sangre de los accidentes de tráfico siempre que tienen las imágenes. Que no me vengan con chorradas. Ni con mentiras autojustificantes. Esto es el "pan y circo", en estado puro.

Imagínense. Tan sólo por un segundo imaginen qué pasaría si dedicásemos a mejorar el mundo tan sólo una parte del tiempo y la pasión que dedicamos al fútbol. Imaginen que conociéramos las aptitudes profesionales de aquellos a los que votamos tan bien como conocemos las capacidades deportivas y las estadísticas de nuestros jugadores favoritos. Imaginen que la indignación que mostramos ante una injusticia social que no nos afecta personalmente fuese la misma que la que mostramos ante un árbitro que comete una injusticia contra unos jugadores con los que jamás hemos hablado. Imaginen. Imaginen el potencial de una sociedad en la que la mitad del tiempo que dedicamos a hablar de deportes que no practicamos lo dedicásemos a interesarnos por la política.

El día que la selección de fútbol española volvió a Madrid después de ganar el Mundial de Sudáfrica de 2010, decenas -si no cientos- de miles personas fueron a recibirles. El Jefe del Estado y el Jefe del Gobierno felicitaron a la selección. Obama, Merkel, Cameron y Sarkozy felicitaron a Zapatero por el "logro" de su país. Dicen que los deportes son a los orgullos nacionalistas lo que las guerras en el siglo XIX. Benditos deportes entonces. Pero el hecho de que hayan "pacificado" las rivalidades interestatales no hace éstas menos absurdas. No deja de ser un mero entretenimiento. Una distracción que nos hace olvidar los problemas propios. Una distracción que nos hace posponer el resolver los problemas propios.
Si tan sólo consiguiéramos canalizar esa explosión de emociones hacia algo útil... Si el "a por ellos, oee" no se le cantase al otro equipo sino a los especuladores y corruptos. Si el "yo soy español, español, español" sirviese para meterse a mejorar el país y no para meterse en una fuente. Si se festejasen las buenas leyes con la alegría que se festejan los goles. Si las multitudes enfervorecidas inundasen las calles para pedir derechos sociales en lugar de para agitar trapos de colores... Que no nos digan eso de que "es que cuesta mucho movilizar a la gente", "es que la gente no se interesa por nada", "es que a la gente le da pereza salir de su casa". Que no nos lo digan como excusa para la pasividad porque la distancia de tu casa a la plaza es la misma para celebrar una victoria que para acudir a una manifestación. Porque las calorías quemadas gritando reivindicaciones son las mismas que gritando "Villa maravilla". Porque al día siguiente de haber andado esa distancia y haber quemado esas calorías sólo habrá dos posibilidades: haber mejorado tus condiciones de vida y las de tu país, o haberte quedado exactamente igual; todo depende de en qué hayas empleado el tiempo que se te ha dado.
Las manifestaciones convocadas el 19 de Junio de este año por el Movimiento 15-M sacaron a la calle a unas 200.000 personas según distintos medios (y más de medio millón según los organizadores). Las de la noche del 20 al 21 de Mayo juntaron entre 25.000 y 60.000 personas entorno a la Plaza de Sol en Madrid. Esos pocos miles han dado lugar al fenómeno político más novedoso de los últimos años en España, han apuntado la atención de la ciudadanía hacia problemas que los grandes partidos se negaban a abordar (reuniendo un apoyo hacia sus propuestas del 79% de la población según las últimas encuestas), han sido el acicate para miles de debates espontáneos, han tumbado una decisión de la Junta Electoral Central, han detenido deshaucios de viviendas y han atraído hacia sí el debate político de un país durante semanas. Y eso simplemente porque a entre 15.000 y 25.000 personas se les ocurrió salir a la calle a mostrar su indignación un quince de mayo.
Éste no es más que un ejemplo de tantos. Un ejemplo que muestra que unos pocos pueden movilizar a unos muchos. Un revulsivo a preguntarnos sobre por qué lloramos la derrota de un grupo de personas que juegan a la pelota y no lloramos la muerte de mutilados y hambrientos en otros continentes (aunque ni a unos ni a otros los conocemos ni los conoceremos nunca). Una reflexión para que nos preguntemos qué habría ocurrido si los ríos de gente que mueven los juegos de pelota se convirtiesen en ríos de reivindicación, torrentes de indignación social, cauces de las protestas, mareas de ciudadanía.











"El día en el que la lucha por los derechos humanos y la democracia consiga convocar a más gente que un partido de fútbol, ese día las injusticias y el abuso de poder caerán bajo su propio peso".


PD. Sobre la manipulación mediática, véase también en este blog la entrada "¿Informativos? O la berlusconización del Show de Mediodía"

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