"Cuando los ciudadanos se desentienden de la política...
...pueden llegar al poder políticos que se desentiendan de los ciudadanos".

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Gomorra (2ª parte). Mirar para otro lado




ABSTRACT (RESUMEN): La droga no sólo genera delincuencia, financia el crimen y el terrorismo. También genera hipocresía, concretamente la de quienes la compran considerándola un producto de consumo más; ignorando que casi cualquier droga implica necesariamente, un rastro de violencia, sangre y muerte. Un rastro que llega hasta las narices del alegre consumidor.

A diario, como ciudadanos con derechos y libertades que somos, nos manifestamos en contra de aquello que no nos gusta. Nos manifestamos contra una Sanidad deficiente, contra la inseguridad ciudadana, contra la corrupción de ciertos políticos, contra el poder y la impunidad de las grandes empresas, contra la exclusión social, etc.
No queremos tampoco que, en nuestra vida privada, se nos impongan valores morales, ni conductas concretas, ni gustos, ni elecciones que no nos afecten sino a nosotros mismos. Parece haber consenso en que cada uno haga con su cuerpo lo que le apetezca. Pocos hay que cuestionen la libertad del individuo para asumir riesgos, siempre que éstos sean sólo para quien así los elige.
Sin embargo, si nos alejamos de los derechos abstractos y nos acercamos a los casos prácticos, es amplio el debate que hay sobre si la comunidad puede entrar en las elecciones individuales. ¿Se puede obligar a llevar el casco a una persona adulta? ¿O es ése un riesgo que asume toda la sociedad, en tanto que somos todos los que pagaremos los posibles costes hospitalarios de quien tenga un accidente sin llevarlo puesto? Ejemplo de este dilema es el debate sobre las drogas.

Ante esta cuestión, adelanto que no voy a hablar sobre las bondades o daños para la salud que puedan tener tal o cual droga; no voy a hablar sobre los riesgos que uno puede asumir al fiarse de que quien se la ha vendido no le haya dado gato por liebre; no voy a discutir sobre si merecen la pena los efectos de las drogas o no. Lo que quiero plantearos es algo totalmente independiente de que los efectos de las drogas en el cuerpo sean unos u otros, o de que su consumo esté bien o mal visto por la sociedad.
Supongamos por un momento que estamos de acuerdo en que las drogas no son perjudiciales para la salud física o psicológica, que conocemos a un tipo que nos pasa una droga que coloca de puta madre sin efectos secundarios. Si decidiésemos comprar esa droga estaríamos olvidando un factor crucial... demasiado importante como para mirar hacia otro lado. Y es que esa droga como sustancia física no ha surgido de la nada. Cuando damos nuestro dinero al camello o al colega que nos la ha pasado también le estamos pagando al que la distribuyó por la ciudad, al que la pasó por la frontera, al que la fabricó en un laboratorio, al que sacó el material original, etc.
Exceptuando la marihuana y ciertas setas aluciógenas (que sí que puede que las haya cultivado algún tipo en su casa), todas las demás drogas implican necesariamente la intermediación de alguna organización criminal. La heroína financia a los talibanes y a las organizaciones afines en Afganistán (de donde se saca el opio), esta misma heroína financia a su vez a las mafias albanokosovares que la distribuyen por Europa, el hachís y el chocolate son el motor de las mafias marroquíes y sudamericanas que mantienen activa toda una red organizada a ambos lados de la frontera, la cocaína y el crack permiten la existencia de la guerrilla de las FARC y de sus asesinatos en Suramérica.
La droga no es solamente la causa de la marginación social y la degradación de cientos de barrios, no es sólo la causa de la destrucción de la personalidad de miles de personas y de sus familias, como tampoco es únicamente un producto de consumo más. La droga es la que da sentido a las peleas entre bandas por el control de zonas de venta; pues no me imagino yo a los vendedores ambulantes de periódicos matándose a navajazos por lo que ganan con esas ventas. La droga es el dinero fácil que compra las armas para asaltar chalets de los kosovares. La droga y el dinero que ésta genera es la causa de que murieran unas 14000 personas a manos de los cárteles del narcotráfico en Méjico, sólo desde el 2006. Catorcemil personas, lo pongo en letras a ver si así se lee mejor. Catorcemil personas que quizás seguirían vivas si los niñatos estadounidenses no se hubieran gastado la paga del fin de semana en comprarse una anfeta, una tableta de chocolate o una bolsita de coca. Catorcemil personas que quizás fueran gente de las chabolas atraídas por el olor del dinero del narcotráfico, que quizás fueran policías con familia, con hijos, o que quizás fueran simplemente personas que pasaban por allí durante una pelea entre bandas (como ya ha pasado en España). Catorcemil personas.

Hay quien alega que la legalización de las drogas acabaría con el problema del tráfico mafioso con éstas, ya que se convertiría en un negocio legal y por tanto regulado. Que así se acabarían las luchas entre bandas y entre estas y la policía. Lo que quizás no tienen en cuenta quienes defienden esto es que las mafias no son una consecuencia del tráfico de drogas, sino que estas organizaciones criminales utilizan la droga como un negocio más (tal y como expliqué en mi artículo sobre Gomorra y la mafia napolitana). Si la droga se legalizase, la competencia se dispararía, los precios caerían y dejaría de ser un negocio inmensamente lucrativo para convertise en un simple negocio como otro cualquiera; por lo que las mafias buscarían otro producto ilegal con el que comerciar, o intentaría conseguir dinero fácil de otro modo (falsificaciones, robo, extorsión,...). No cometamos el error de creer que quien trafica con drogas lo hace porque no le dejan hacerlo legalmente, quien trafica lo hace porque es rentable; y si dejase de ser tan rentable se pasaría a aquello que lo fuera más. Además, teniendo en cuenta los esfuerzos de márketing y precios de las tabacaleras para mantener agarrados a sus clientes y en crear nuevos consumidores entre los jóvenes... qué tanto no harían las posibles empresas de distribución de droga.

Por todo esto me parece una hipocresía el temer a una banda de barrio y después comprar las drogas que venden. Por todo esto me parece una hipocresía pedir impuestos más altos para los más ricos y mejores prestaciones sociales para los trabajadores... mientras compramos hachís a un tipo que obedece a un proveedor que puede darle una paliza si no obedece sus instrucciones; un proveedor que provablemente dependa a su vez de algún multimillonario que se enriquece aún más con cada calada. Por todo esto me parece una hipocresía no comprar abrigos de bisón, alegando que se obtienen de despellejar decenas de seres vivos, y luego comprar chocolate a alguien que a su vez se lo compró a algún tipo que se cargó a quien hiciera falta para quedarse con el negocio. Negocio, eso es lo que es, una plasmación al milímetro de lo que supone el ideal neoliberal: máximo beneficio, mínimo coste y que nadie se interponga. Cortar la cocaína con lo que se tenga a mano, utilizar a las mulas como mano de obra barata y deshechable, comprar la materia prima donde esté más barata (aunque ello implique comprársela a una organización terrorista de algún lejano país), sobornar a quien haga falta, matar a quien no sea sobornable... todas estas acciones dependen en exclusiva de criterios de rentabilidad. No hay, en esta actividad, duda alguna más allá del cómo aumentar el beneficio. Para nosotros, los clientes, el objetivo comercial, la duda está en si queremos ver qué estamos sosteniendo o si preferimos mirar para otro lado.
Otros dirán que al fin y al cabo no es comprar droga distinto de comprar ropa fabricada por niños en lejanas fábricas asiáticas, que es hipócrita criticar la primera y olvidarse de la segunda. Pero la diferencia no está sólo en que se puede vivir sin droga, pero no sin ropa; la diferencia no está sólo en que la ropa paga impuestos y aranceles de entrada y está sujeta a leyes nacionales e internacionales; la diferencia no está sólo en que las tenderas de los puestos de ropa no acribillan a balazos a sus competidoras; la diferencia no está sólo en que la ropa financia empresas y la droga al terrorismo; tampoco está sólo la diferencia en que las condiciones de los obreros chinos mejoran poco a poco mientras que la de los cultivadores de opio no se mueven un ápice; la diferencia es que, además, la ropa que compramos puede estar fabricada por niños o adultos, por gente explotada o por trabajadores libres (es difícil saberlo)... La droga, sin embargo, nos otorga la aplastante certeza de que, para llegar a nuestras manos, ha tenido que nutrirse de miseria, explotación y sangre.

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