"Cuando los ciudadanos se desentienden de la política...
...pueden llegar al poder políticos que se desentiendan de los ciudadanos".

viernes, 7 de mayo de 2010

Meritocracia D. E. P.


ABSTRACT (RESUMEN): Catherine Ashton ha sido nombrada el equivalente de ministro de exteriores para la  Unión Europea. Se trata de una mujer sin preparación diplomática, sin grandes méritos en la política internacional a alto nivel y de escaso carisma. Son más que rumores los que ven en su condición de mujer y de británica las únicas causas que han pesado en su elección, para tener contentos a los ingleses y para cubrir el llamado "cupo" feminista en los altos cargos de la Unión.

Ayer se conocieron al fin los nombres de las dos personas que se encargarán de representar a la Unión Europea en los próximos años. Puede que esto no interese a mucha gente, así que para ellos les dedico este Post. Ya que mal de muchos consuelo de tontos, ahora sabemos que la meritocracia no sólo está olvidada en España, sino que también la UE parece haber renunciado a encargar los puestos de responsabilidad a las personas más capacitadas para ello.
Partidismos, nacionalismos y regionalismos, amiguismos, cupos diversos y biensonancia en general. Éstas son las cargas que pesan sobre las espaldas de las personas preparadas para poder alcanzar los cargos de importancia en muchas de nuestras instituciones.
¿Representa el recién nombrado presidente de la UE Herman Van Rompuy al centro-derecha, o representa a Francia, y Alemania? ¿Representa Catherine Ashton los valores de los progresistas que la han apoyado o es su cargo el premio de consolación para Reino Unido por no haber podido colocar a Tony Blair en el cargo que ahora ocupa Van Rompuy? ¿Fue elegido el ex-primer ministro belga V.Rompuy por su talante dialogante o por su falta de un carisma que pudiera hacer sombra a los presidentes de los grandes países de la UE? ¿Qué méritos tiene Ashton para ocuparse de la diplomacia europea, a parte de su condición mujer y de llevarse bien con Gordon Brown?
Parecen ahora irrisorias las críticas que se hacían a nuestro ministro de exteriores Miguel Ángel Desatinos, cuando se especulaba sobre su candidatura a Alto Representante de la UE... y se decía que no daba la talla.
Quien sustituirá ahora a Javier Solana (recordemos: ex-ministro de exteriores de España, ex-secretario general de la OTAN...) en dicho cargo será una señora que jamás ha trabajado en política internacional y que lo más parecido que ha hecho es llevar apenas un año ocupándose de la Comisión de Comercio de la UE. Atrás quedan los otros posibles candidatos: el ya citado Moratinos (ministro de exteriores), Geoff Hoon (ex ministro de defensa inglés) y Peter Mandelson (ex comisario europeo y uno de los pesos pesados del laborismo inglés).
No parecen haber caído en saco roto las voces que reclamaban estas últimas semanas la inclusión de una mujer en alguno de los principales cargos de la UE. Es la misma idea que llevó al gobierno de Zapatero a incluir la famosa paridad de sexos en los ministerios: la teoría de la discriminación positiva hacia la mujer otorgando un cupo fijo a éstas, indiferentemente del número de candidatos/as. El problema lo encontramos cuando resulta que hay muchas menos mujeres que hombres en la política, por lo que de repente gente como Ashton se planta en las quinielas con un plus de posibilidades por haber nacido con un tipo de cromosomas y no con otros (así lo han ido dejando caer distintos presidentes, entre ellos el nuestro, en sus declaraciones tras la última cumbre europea).
Es de común acuerdo y yo así lo defiendo, que hay que fomentar la participación de la mujer en la política. Que hay que incentivar de algún modo su posibilidad de implicarse en los partidos así como las garantías reales de que nadie se lo impida. Lo que no veo tan positivo es cuando hablamos de otorgar -y no de dar la posibilidad a acceder a- cargos que requieren una preparación y una experiencia concreta.
No se trata de que el cargo lo ocupe un hombre o una mujer, un heterosexual o un homosexual, un creyente o un ateo. Este tipo de cuestiones personales no deberían ser tenidas en jamás en cuenta. La única característica personal que debería pesar no debería ser otra que la ideología del candidato (para garantizar que sea representativo de los valores de la ciudadanía).
Si partimos de la base de que estadísticamente, por desgracia, en la actualidad hay más hombres en política que mujeres, lo lógico -por pura regla de tres- es que hayan más hombres preparados que mujeres. A nadie le parece escandaloso que hoy en día obtengan plaza de médico más mujeres que hombres, ya que esto es la consecuencia lógica de que haya más mujeres que hombres estudiando la carrera de medicina. Pongamos que 1 de cada 15 políticos/as (por ejemplo) tiene experiencia en gestión de infraestructuras y hay que elegir a 2 personas para puestos clave en el ministerio de fomento de entre 30 candidatos, entre los que tenemos 29 hombres y 1 mujer (es un caso “de laboratorio”, supongo que en la vida real habrían más mujeres candidatas). Según las teorías feministas de la discriminación positiva los elegidos deberían ser un hombre y una mujer. Nada impide que la mujer resulte ser la más cualificada de los 30 candidatos, pero -por mera estadística probabilística e independientemente de su experiencia- lógicamente ella partiría con una ventaja incuestionable.
Quizás este tipo de medidas no hagan más que poner en duda la capacidad de las mujeres para llegar por sus propios méritos a los cargos a que aspiren. Quizás haría falta que el feminismo se centrara más en concienciar a la sociedad sobre la igualdad de sexos que en imponerla. Quizás el imponerla es empezar la casa por el tejado, pues el problema de fondo NO es que hayan pocas mujeres en los cargos directivos públicos, sino que hay pocas mujeres entre los políticos que aspiran a ellos. Fomentemos pues la participación de la mujer en la política, al igual que ya lo conseguimos en las universidades (donde son mayoría ya), al igual que lo conseguimos en multitud de profesiones antes consideradas "de hombres", donde la voluntad personal y la concienciación social han acabado (o van camino de acabar) con los prejuicios; sin necesidad de discriminaciones, sino tan sólo a base de buenas dosis de igualdad. De igualdad de derechos, de igualdad de oportunidades.

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