"Cuando los ciudadanos se desentienden de la política...
...pueden llegar al poder políticos que se desentiendan de los ciudadanos".

viernes, 28 de octubre de 2011

Presupuestos participativos. Un objetivo tangible para las asambleas locales del 15M

ABSTRACT (RESUMEN): Cuando va a cumplir medio año de la aparición del movimiento 15M, y más de cuatro meses desde su descentralización en una red de asambleas locales, la perdurabilidad a largo plazo de esta estructura pasa por la determinación de objetivos locales. Pero para mantener la cohesión de esta red de asambleas independientes y autogestionadas, se hace necesario un elemento común. Ese elemento lo pueden conformar las reivindicaciones del movimiento a nivel estatal. Sin embargo, las asambleas de los pueblos más pequeños no serán capaces de mantener un nivel mínimo de movilización si no suman a su "programa" un elemento local. La medida que más se acerca a estas necesidades es la de los presupuestos participativos. En este artículo se explicará en qué consisten, por qué son necesarios, cuáles son sus beneficios y sus inconvenientes, así como el camino a seguir para quienes deseen hacer suya esta reivindicación.


Ideas clave: Presupuestos participativos, participación ciudadana, democracia directa, debate público, deliberación, republicanismo (ideología), cultura cívica, política local, Movimiento 15M.

Introducción. De la necesidad de objetivos locales a largo plazo:
El 15M se ha estructurado de forma descentralizada. Cada asamblea local combina su apoyo y contribución al movimiento en su conjunto con su independencia en asuntos locales o regionales. Una vez consensuadas las primeras cuatro prioridades comunes a todo el movimiento, y una vez desarrolladas éstas en propuestas concretas, es hora de encontrar un sentido a las asambleas locales.

Está claro que cada pueblo, cada barrio y cada ciudad tienen sus propios problemas y necesidades. De ahí la independencia de cada asamblea a la hora de tratar los asuntos que sólo a ella conciernen. Sin embargo, también existen objetivos que pueden ser generalizables a todas las asambleas locales. Además, cabe la posibilidad de que en muchos pueblos y barrios no siempre existan problemas con la suficiente entidad como para mantener movilizada a una asamblea entera. Sin objetivos a largo plazo, las asambleas locales y de barrios pueden quedarse, literalmente, sin nada que hacer (más allá de servir de altavoz y foro de debate de las propuestas estatales). Sin movilización periódica, un movimiento corre el riesgo de disolverse.

Los presupuestos participativos encajan a la perfección en ese perfil de propuesta concreta, tangible, realizable, reivindicable a largo plazo, aplicable a cualquier pueblo y en la línea general del 15M (fomentar la participación ciudadana en la política).

¿En qué consisten? [ver vídeo de presentación]
Se trata de que los poderes públicos correspondientes (los municipales en este caso) permiten a la ciudadanía tomar parte en la elaboración de sus presupuestos anuales. Los partidos políticos elegidos siguen siendo los que elaboran las líneas básicas del documento (gastos inevitables como los sueldos de los funcionarios, el mantenimiento de las instalaciones, el pago de las deudas o los servicios que la ley les obliga a prestar). Sin embargo, se deja que una parte del dinero restante sea adjudicado según las preferencias de los vecinos, tras un proceso deliberativo abierto.

Exiten varias modalidades:
-Una versión es la de proponer a los vecinos varios proyectos alternativos de coste similar para que éstos elijan el que ven más prioritario. Las alternativas pueden ser más restringidas o más abiertas. Un ejemplo restringido sería que, si hay que construir un parque, los vecinos decidirán si se destinarán más metros a jardines o a pistas deportivas, y si éstas serán de skateboard, de padel, o de lo que sea. Un ejemplo abierto sería preguntar a los vecinos a qué dedicar el superávit del ayuntamiento: a contratar más policía municipal, a un plan de reforestación de montes, a la construcción de una escuela infantil, a mejorar las fiestas del pueblo, etc. (O al contrario; cuando no haya más remedio que reducir déficit, qué servicio ven los vecinos menos prioritario a la hora de recortar gastos. Esto último es realmente muy interesante desde el punto de vista electoral para el partido en el gobierno, ya que la gente aceptará mejor un recorte consensuado desde abajo que uno "impuesto" desde arriba).
Una opción práctica para organizar el proceso abierto es hacerlo entorno a grupos temáticos (obras públicas, servicios sociales, juventud, etc.) para que la gente concrete mejor sus propuestas. Una metodología común es la presentación de éstas mediante una solicitud escrita que pasa una primera criba técnica (de factibilidad legal y material) y luego es defendida y votada en asamblea (general, sectorial y de barrio); se lleva a cabo la más votada; si sobra dinero, la segunda, y así sucesivamente. A veces se otorga la capacidad de aprobación final a los barrios y a veces éstos son una primera fase de priorización de propuestas, que acaban siendo votadas en una asamblea de toda la ciudad.

-Otro tipo de presupuestos participativos es aquel en el que el ayuntamiento destina a éstos una partida determinada de dinero y son los vecinos los que deciden en qué se lo gastan, sin tener que elegir entre una lista de propuestas alternativas. Esta opción da más libertad a los vecinos pero también más responsabilidad, ya que si al final la mayoría de la gente no participa, el presupuesto municipal puede quedar en manos de unos pocos que sólo miren por sus intereses personales.

-Asimismo existen muchas posibles combinaciones entre las dos opciones anteriores. Se puede ceder un presupuesto a la libre decisión de los vecinos, pero haciéndola pasar por las asociaciones vecinales y por una "criba" de viabilidad técnica. Se puede optar por una votación de una lista cerrada de alternativas, pero que algunas sean propuestas por el ayuntamiento y otras por aquellas asociaciones que hayan recogido un cierto número de firmas (por ejemplo). También caben iniciativas originales como la de aumentar o disminuir la cantidad de dinero destinado al presupuesto participativo en base a cuánta gente se implique en él. Existen tantas posibilidades como pueblos y barrios, pero la idea está clara: que parte del presupuesto depende de la decisión de los vecinos.

Normalmente la implantación de unos presupuestos participativos es un proceso paulatino y lento. Primero se ofertan las opciones más restringidas y poco a poco se van ampliándolas según se vea que la gente va participando. Lo mismo pasa con la cantidad de dinero.

¿Existen precedentes?
Sí, existen numerosos precedentes, unos más avanzados que otros. Allí donde se han implantado han recibido en general una buena acogida por la ciudadanía (aunque también hay casos en los que se ha acabado retirando por falta de participación de la gente). Ya no se trata de algo novedoso (hace más de veinte años de las primeras experiencias modernas), ni siquiera de algo poco común (decenas de municipios enEspaña y por todo el mundo ya cuentan con ellos).

Algunos casos concretos:
-Porto Alegre (Brasil): Fue la primera ciudad que, en 1989, implantó este procedimiento.
-Sevilla, un ejemplo con años de rodaje: Cualquier vecino puede hacer, desde 2003, una propuesta para su barrio. Él será el encargado de defenderla en asamblea (de barrio o de ciudad) frente a los demás vecinos, donde se votará cuál es la más popular. En el proceso de elección de propuestas hay discriminación positiva a favor de los "más desfavorecidos". Finalmente se elegirán unos delegados para quedar al cargo del seguimiento de las propuestas que hayan sido elegidas frente al ayuntamiento. El funcionamiento de las asambleas está reglado por un "autorreglamento", del que éstas mismas se dotan. Existen grupos de voluntarios llamados "grupos motores" que son los encargados de dinamizar el proceso, animando a la gente a participar y explicándoselo todo.
-Otras ciudades en España (ver los enlaces para más información): Getafe, LeganésPaterna, Novelda, Albacete, ElcheCórdoba,...

¿De quién depende que se implanten?
De los ayuntamientos. Es decir, un partido con mayoría en el pleno municipal tiene la capacidad legal como para implantar los presupuestos participativos en su ciudad. No hace falta permiso de ningún poder superior. Obviamente, ayudaría el hecho de que hubiera algún tipo de normativa estatal o autonómica obligando a los ayuntamientos a este tipo de iniciativas de participación ciudadana. Sin embargo, dada la autonomía actual de los ayuntamientos para gestionar sus propios presupuestos, a donde ha de dirigirse esta reivindicación es a los partidos políticos locales.

¿Son viables fuera del ámbito municipal?
Esta es una cuestión compleja. Todos podemos entender si preferimos un parque o un polideportivo, si queremos más policías o más guarderías, una carretera por aquí o una carretera por allá. Sin embargo, la inmensa mayoría de nosotros no tendríamos elementos de juicio suficientes como para decidir sobre cuestiones que escapen a nuestro día a día.
El debate sobre si unos presupuestos participativos se pueden hacer en la práctica a nivel regional o estatal es un dilema parejo a la pregunta de cuáles son los límites de la democracia directa. Ante este interrogante tarde o temprano nos topamos con la realidad: es físicamente imposible decidir sobre todo. Ni tenemos tiempo para votar todo, ni tenemos tiempo para informarnos de todo antes de votar, ni tenemos los conocimientos como para emitir un voto racional sobre todo. Esto no implica que no se podrían hacer bastantes más referéndums de los que se hacen hoy en día (tres en treinta y tres años), simplemente hay que tener en cuenta que cuantos más se hagan menor será la participación en cada uno de ellos (véase para esto el caso suizo).

¿Qué problemas conlleva? Obstaculos a sortear para la implantación y consolidación:

Allí donde se han implantado, podemos ver una serie de patrones comunes, más allá de las particularidades de cada barrio y cada ciudad:

-La implicación ciudadana es progresiva. Empieza siendo bastante escasa, hay que decirlo. Pero está demostrado estadísticamente que cuantos más años están en funcionamiento unos presupuestos participativos más participa la gente (valga la redundancia). Cuesta arrancar, pero cuando la ciudadanía los conoce mejor tiende a considerarlos algo positivo. Además, el nivel de aceptación posterior hacia las medidas adoptadas es mucho mayor, ya que no es lo mismo criticar lo que ha hecho el ayuntamiento que criticar lo que han elegido los vecinos en un proceso en el que has tenido la opción de participar y de intentar convencer a los demás de tu opinión.
-Son caros. A primera vista pudiera parecer que deliberar es algo gratis. Da la impresión de que simplemente hay que ir a un lugar de reunión, debatir las propuestas y votarlas. La realidad es que unos presupuestos participativos requieren de una infraestructura, una planificación y un sistema de asesoramiento muy complejos y, por lo tanto, costosos. No se puede dar a la gente la capacidad de elegir el destino de miles de euros sin un trabajo previo de explicación y concienciación. Esto requiere contratar gente que haga de moderadora de los debates y gente que forme a los moderadores. Hacen falta cursos de formación así como un importante gasto publicitario para que la gente se entere de la existencia y funcionamiento de los presupuestos participativos. Si un ayuntamiento se limita a convocar a la gente tal día a tal hora en el auditorio municipal lo más probable es que los asistentes quepan en las dos primeras filas.
Afortunadamente, una vez pasada la primera fase de promoción y explicación, los costes se hacen menores (aunque nunca dejan de suponer una suma importante de dinero, pues siempre se requiere un mínimo de personal profesional con la capacidad técnica suficiente como para apreciar si un proyecto es viable o no). Una manera de reducir costes es la de sustituir a los animadores, formadores y moderadores del ayuntamiento por vecinos voluntarios.
Aquí es donde podrían entrar asociaciones y movimientos del estilo del 15M. Si la principal excusa de un alcalde para no tomar esta medida es lo costoso de movilizar a la gente, no hay mejor contraargumento que el "nosotros nos encargamos", "nosotros nos encargamos porque llevamos meses preparándonos precisamente para esto: para movilizar a la gente por sus derechos e intereses políticos".
A menudo se han cuestionado la existencia de presupuestos participativos en los que casi valía más dinero su puesta en marcha que la propia partida de dinero a adjudicar. Aunque en una ciudad se consiga implantar los presupuestos participativos, nada garantiza que se vayan a mantener si la gente no participa o si el partido en el gobierno percibe que la gente ha dejado de apoyarlo. Los presupuestos participativos implican una movilización constante de las asociaciones locales.

En definitiva, no se pueden hacer unos presupuestos participativos sin un considerable trabajo logístico detrás. Lo contrario supone su fracaso. No hay que engañar a la gente ocultándole el coste (en esfuerzo y en dinero) de esta medida. No obstante, no es un gasto cualquiera; se trata de una inversión (incluso en popularidad del partido que la implante). Una inversión en implicación ciudadana, en transparencia, en calidad de los servicios, una inversión en democracia.



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martes, 25 de octubre de 2011

El modelo federal de Bélgica. ¿Un referente para España?

ABSTRACT: Bélgica, el país con el récord mundial de días consecutivos sin conseguir formar gobierno después de unas elecciones (más de 500, que no es poco). Bélgica, el país con 5 parlamentos para tres regiones y cuatro áreas lingüísticas. Bélgica, capital a la vez de la Unión Europea (integradora de competencias dispersas) y de la descentralización creativa (sin final a la vista). Bélgica, ese país del que tan poco sabemos, pero que nos puede dar -quizás- algunas pistas sobre cómo podría evolucionar en España el modelo territorial.


Recientemente, acabo de desembarcar en Bélgica para pasar en Bruselas mi próximo año de estudios. Y tras varias semanas he ido conociendo poco a poco la peculiar situación política de este país en el corazón de Europa. Aquí y allá he ido viendo semejanzas y diferencias con la situación política española. Comparaciones que pueden servirnos de reflexión la próxima vez que, viendo el panorama territorial español, nos preguntemos ¿Cómo podría ser España dentro de treinta años?

Antes de nada, el contexto; la Historia:
Los actuales conflictos políticos en Bélgica son el fruto no casual de los siglos. Si bien, lo más destacable se encuentra en los últimos 200 años (si no en los últimos 70).
Bélgica es un Estado joven. No existe sino desde 1830, cuando se independizaron -revolución mediante- de los holandeses. Los belgas habían sido de aquí y de allí, pero nunca independientes hasta esa fecha. Más o menos por esa zona había una tribu celta, en la época de los romanos, llamada los belgas, y de ahí el nombre (aunque no empezaron a usarlo de nuevo hasta el siglo XVIII). Pero realmente su historia es un ir y venir: fueron parte del Imperio Carolingio, de los borgoñones, de diversos príncipes, condes, duques y obispos, del Imperio Español, de los austríacos, de los holandeses en su fase republicana, de los franceses, de los holandeses otra vez pero ahora monárquicos y, finalmente, independientes.
Con el nuevo Estado belga, ya que se ponían, se decidió tener un rey belga, que se trajeron (por qué no) de Alemania. Y hasta la fecha que les dura la dinastía. Sin embargo, parece que el rey no ha servido de mucho de mediador últimamente, teniendo en cuenta las tensiones (políticas, más que nada) entre las distintas comunidades lingüísticas.
Comunidades lingüísticas digo, sí, porque en Bélgica hay tres: los neerlandófonos (también llamados "flamencos", que hablan un dialecto del holandés), los francófonos y los germanófonos.

Pero a todo extranjero que le explican por primera vez el follón de las lenguas y los territorios belgas no le acaba de cuadrar por qué les dio a estas gentes por hacer un país tan complicado en lugar de irse cada comunidad lingüística con su país vecino más afín y ya está (Holanda, Francia y Alemania). Pues todo esto viene de lejos. En realidad, aunque nunca habían sido independientes, los belgas ya llevaban tiempo siendo más o menos un territorio diferenciado. En un principio, los españoles dominaban todos los Países Bajos de entonces (Holanda + Bélgica). Pero la parte norte, los holandeses, se independizaron. Y, desde entonces, ya los belgas, el sur, empezaron a adquirir sentimiento de ser un territorio diferenciado de sus países vecinos.
Para cuando, varias guerras después (y tras pasar por austríacos y franceses), volvieron a ser parte de unos Países Bajos (unificados bajo un rey holandés), los belgas ya no querían saber nada de los holandeses, a los que consideraban extranjeros. ¿Y por qué? Pues en aquella época los holandeses (rey incluido) eran protestantes, mientras que los belgas eran mayoritariamente católicos. Así pues, los belgas que hablaban holandés (los flamencos) pensaban que tenían más en común con los belgas que hablaban francés pero eran católicos que con los holandeses que hablaban más o menos la misma lengua pero que eran protestantes. ¡Cómo han cambiado las cosas!
Y tampoco fue todo fue tan sencillo. Hay que tener en cuenta que el rey de los Países Bajos benefició mucho a las provincias del norte (futura Holanda), lo cual llevó a una curiosísima unión de los católicos/campesinos belgas (recelosos de los protestantes) y los liberales/burgueses belgas (perjudicados económicamente). Todo esto y algún que otro abuso de poder monárquico aquí y allá (deriva autoritaria, censura de la prensa, marginación de los francófonos y germanófonos, etc.) supuso el caldo de cultivo para la Revolución de 1830. Se trata de una revolución en la que poblaciones tan distintas como las referidas se unieron contra el enemigo común: el rey absolutista "extranjero". (¿No os da un aire a nuestro 1812?)
Por supuesto, el sentimiento de identidad belga no fue unánime y hubo ciudades que se pusieron de parte de Holanda durante la revolución que llevó a la independencia. Pero, en general, fue más fuerte el sentimiento anti-extranjeros (de los que los belgas, a esas alturas, estaban bastante hartos) que las posibles diferencias ideomáticas.
Dichas diferencias se hicieron patentes cuando las élites (tanto flamencas como valonas), que hablaban francés por aquella época, se olvidaron al llegar al poder (el rey el primero) de las lenguas regionales  (flamenco, alemán y varios dialectos del francés que había en el sur). Esta marginación (hasta el punto de la prohibición) de todo lo no-francés fue el caldo de cultivo para que, ya en el siglo XX, el nacionalismo flamenco surgiera con fuerza. 
Por otro lado, como guinda del pastel, el nacionalismo flamenco fue fomentado por los nazis durante su ocupación de Bélgica como una manera de controlar mejor el país "premiando" a los que tenían una lengua de origen germánico así como mayor afinidad ideológica. No en vano, las políticas de presos fueron mucho más indulgentes y el colaboracionismo más acentuado en el norte, mientras que en el sur la resistencia fue mayor. Finalmente, el papel de la monarquía fue muy criticado por su pasividad ante la ocupación alemana. Con el fin de la II Guerra Mundial, el país hizo un referéndum para decidir si mantenía la monarquía o no. Venció el sí por un estrecho margen, pero en la región valona el no había sido mayoritario. La monarquía siguió, y esto fue causa de resentimiento entre los francófonos.

El Estado Belga fue centralista hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando comenzó un proceso de descentralización que desembocó en el actual federalismo. Aunque la descentralización se ha llevado a múltiples terrenos (sanidad, juventud, deportes, etc.) el motor de todo fue y sigue siendo la lengua. Gracias a este proceso, se ha podido solucionar la marginación histórica a la que estaban sometidas las comunidades no francófonas (a las que se les impedía poder educarse y comunicarse con la Administración en holandés). Sin embargo, detrás de la educación y el fomento de las culturas regionales vinieron el resto de competencias.

En el plano económico, durante los siglos XVIII y XIX la región de Valonia era la más próspera e industrial, por lo que tuvo preeminencia política (aunque también compartió sus recursos con el resto del país). Sin embargo, ahora es al revés, y son los flamencos los que tienen más dinero que los valones (lo cual es un recurrente argumento para los nacionalistas secesionistas flamencos).


El sistema político belga en la actualidad. Para no perderse:

Bélgica es un Estado federal, pero muy particular en su organización. Hay tres regiones con amplias competencias transferidas  a exclusividad (que no compartidas con el Estado, ojo), cada una con su parlamento y su gobierno; así como un parlamento y un gobierno central para las cuestiones consideradas comunes (Hacienda, policía, justicia, ejército, exteriores...). Las regiones son: Flandes (al norte, donde hablan holandés), Bruselas-Capital (en el centro, metida literalmente dentro de Flandes pero con una población que habla tanto flamenco como francés) y Valonia (al sur, donde hablan francés pero al este incluye también la zona germanófona). Flandes y Valonia se subdividen a su vez en provincias y en municipios. Bruselas en "comunas".
Pero, además del gobierno central y de los gobiernos regionales están las llamadas "comunidades lingüísticas", cuyas fronteras no corresponden exactamente con las de las regiones. Así, la comunidad lingüística flamenca es representada por una institución (parlamento y gobierno incluidos) llamada "Federación Flandes-Bruselas" (también llamada Comunidad Flamenca... sí, es un lío); la comunidad francófona tiene una institución análoga llamada "Federación Valonia-Bruselas" y, finalmente, la comunidad germanoparlante tiene otra para ellos solos, pero enmarcada únicamente en una esquina de la región de Valonia. Sin embargo, cada federación y parlamento funciona de forma distinta y con un número diferente de competencias exclusivas (aunque el elemento común son las cuestiones de seguridad social, sanidad, cultura y educación). Así, las instituciones de la Región de Flandes han sido absorbidas por la Federación Flandes-Bruselas; mientras que la región de Valonia y la Federación Valonia-Bruselas permanecen institucionalmente separadas. Esto quiere decir que el parlamento de la Federación F.-B. es votado en Flandes y en Bruselas, decide sobre las cuestiones correspondientes a de la comunidad neerlandófona (igual que la Fed. V.-B.) y, además, decide sobre cuestiones propias de la Región de Flandes (durante cuyas votaciones los diputados elegidos por Bruselas deben abstenerse).

Es a tener en cuenta que Flandes es la que ha ido adquiriendo antes las competencias que el Estado perdía, mientras que Valonia iba a la cola "copiando" lo que hacían los flamencos por aquello de no ser menos que el vecino. En Flandes hay un partido nacionalista independentista (aunque minoritario por el momento), mientras que en Valonia en todo caso lo  que hay es regionalismo, no nacionalismo.

Además de todo esto, existen divisiones específicas de cara a los distritos electorales y los distritos judiciales. Esto ocurre porque hay municipios en Flandes con población francófona y viceversa con Valonia. Por lo tanto, a esas localidades se les deja tener acceso a la justicia en el idioma que prefieran (porque normalmente sólo puedes acceder a la justicia en el idioma de la región). Para las elecciones ocurre lo mismo. En Bélgica por ley todos los partidos son regionales, y sólo puedes votar a los de tu región (es decir, que no hay un "Partido Socialista Belga", sino un partido socialista en cada región que luego, si quieren, se alían en el parlamento estatal. Los distritos electorales permiten a gente de ciertos municipios fronterizos votar a partidos de la región de al lado. Esto ha sido, de hecho, uno de los grandes puntos de fricción política que ha llevado a la situación de parálisis institucional del último año y medio.
Repasemos:
-3 regiones (una la mitad norte del país, otra la mitad sur y Bruselas en medio)= 2 parlamentos y 2 gobiernos (los que corresponderían a Flandes están fusionados con los de la Federación Flandes-Bruselas).
-3 comunidades lingüísticas (Flandes+Bruselas, Valonia+Bruselas y la parte germanófona de Valonia)= 3 parlamentos y 3 gobiernos más.
-1 parlamento y 1 gobierno estatales.
_____________________________
6 parlamentos y 6 gobiernos.


¿Está España condenada a convertirse en Bélgica?

En primer lugar hay que advertir que nuestras circunstancias históricas, políticas, nacionales y lingüísticas son muy distintas a las belgas. Sin embargo, si bien no en el trasfondo sí que hay ciertas similitudes en las dinámicas políticas, en la retórica nacionalista utilizada y en la deriva descentralizadora.
Para un español puede ser difícil entender el problema de los idiomas en Bélgica porque nosotros tenemos una lengua, el castellano, que es hablada en todas las regiones del país y que nos sirve para comunicarnos entre todos. Sin embargo, si bien un gallego habla gallego y castellano, un flamenco no habla necesariamente francés y un valón no habla necesariamente holandés. Esto lleva a situaciones tan surrealistas como que dos personas del mismo país no se puedan comunicar. De hecho, me he encontrado flamencos cuyo francés era peor que el mío.
Por supuesto, en la escuela se enseña la lengua de la otra región, pero se enseña como quien enseña inglés o cualquier otra lengua extranjera. Es decir, un francés que salga del instituto podrá comunicarse en holandés, pero no necesariamente de manera fluida. Y viceversa. Este mutuo desconocimiento es agravado por un aislamiento absoluto entre las distintas comunidades. Los medios de comunicación son o flamencos o francófonos, nunca mixtos ni traducidos. Los partidos políticos o las universidades son o flamencos o francófonos, no belgas. Un ciudadano de una región belga puede encontrar realmente difícil mudarse (digamos, por motivos de trabajo) a la otra región, donde se verá obligado a hablar un idioma que no le hicieron aprender con suficiente ahínco en la escuela. En la práctica esto supone un círculo vicioso de aislamiento entre las dos regiones (con la salvedad de la bilingüe Bruselas); dinámica que solo revierte en el progresivo distanciamiento de ambas comunidades.
Éstas son las consecuencias de una "inmersión lingüística" exitosa. ¿La lograremos nosotros en nuestras Comunidades Autónomas?

Poco importa que al sistema se le llame federal o no. En la práctica la descentralización española es equiparable a la de varios estados federados. La cuestión es si seremos capaces de dotarnos de un sistema territorial (el que sea) capaz de perdurar en el tiempo, sin ceder competencias progresivamente (y sin un final claro a la vista) a unas regiones cada vez más autosuficientes, que no necesariamente más eficientes. El ejemplo belga, con sus muchísimas diferencias a nuestra situación, puede servir como advertencia:
-"Cuidado, los nacionalistas regionales, por definición, no se sacian nunca. Conseguir hoy una cosa no les frena para mañana pedir la siguiente".
-"Cuidado, que por defender los derechos de las distintas comunidades lingüísticas no se pierda la cohesión estatal y, mucho menos, la capacidad de unos y otros de entenderse dentro del mismo país".
-"Cuidado, que la suma por separado de las partes no es igual al total unido. Si no hay partidos estatales (por mucho que haya afinidades ideológicas entre los de un lado y los de otro), no habrá incentivos para llevar a cabo políticas estatales. Si no hay electorados nacionales, no habrá campañas nacionales y quien no baile al son regionalista se quedará fuera de la competición".
-"Cuidado, que el nacionalismo separatista y la ultraderecha van a menudo de la mano, pues ambas son ideas reaccionarias. 
El nacionalismo actual no es sino una de las formas en las que se manifiesta el fracaso del multiculturalismo allí donde esto sucede".
-"Cuidado, que de tanto hablar sobre quién tiene que hacer las cosas... igual se nos olvida hacerlas".